Diario de un jugador neófito

Era un lunes de septiembre.

Me había tomado dos meses de vacaciones de salas de casinos. 

Los días de asueto y playa en una localidad de Alicante (Javea) pasaron increíblemente rápidos. Y la tarde noche de este lunes vuelvo a mi ciudad y también echaré una mirada a mi casino de referencia. No dejes para mañana...

Volver a reanudar mis sesiones de juego otra vez se me hacía pesado de entrada. Dos meses en la playa se me antojaba un sueño. 

Por fin salgo de casa en compañía de un vecino que no sé como se enteró de mi vuelta. Él también es jugador de los que disfrutan perdiendo. Como yo tengo targeta anual gratis de entrada a la sala, mi vecino llamado Marcelo aprovecha para ahorrarse unos euros pues mi targeta permite a uno o dos acompañantes. En realidad yo creo que el casino quiere que yo lleve muchos jugadores adosados a mi plástico de entrada.

¡Que animación hay esta tarde noche! Parece un hormiguero de jugadores ansiosos por encontrar sus mesas. Cartulina de apuntes en mano que para nada les sirve. Si acaso para saber sus pingües fallos y escasos aciertos. 

Solo llegar a mi mesa siento que alguien me toca el hombro y me susurra algo que no entiendo porque en ese momento la bola esta luchando con los diamantes y el repiqueteo apaga los susurros. 

Me vuelvo y ahí está el jugador del paño que nunca falta a la cita y me asegura que me echó de menos. Dice que es jugador del paño y no del cilindro al cual él llama pozo sin fondo.

¿Como estás Álvaro? No te he visto en meses. Pensé que... bueno pense que... que te mudaste de casino.

Creo que quiso decir que pensó que ya estaba criando malvas pero no se atrevió a pronunciar la frase.

Hasta entonces no me había dolido dejar de ver a la croupier de mi mesa. Ahora comprendo que sentía más afecto por la trabajadora de lo que debe un buen jugador solitario. 

¿Jugador solitario? Me rio de esa típica frase aplicada a mí. Y hablando de soledades. Casi sin acabar de hablar con el jugador del tapete, comienzan de repente los empujones por pillar sitio preferente. Es decir: barriga pegada al borde de la mesa. Caballeros y señoras. Abuelas y abuelos. Estudiantes. Todos con fichas rebosando en sus apretadas manos. ¿Y porque digo estudiantes? ¿que hacen que no puedan ocultar esa dignidad? No sé explicarlo pero se nota.

Durante la noche, llegó un momento en que mi nostalgia por mis días de asueto en la playa terminó. Toda la parafernalia de la sala. El gran salón con cúpula incluida. Las caras conocidas deseándote la suerte que ellos no tuvieron. Un piano de cola con un pianista vestido de frac. La mesa grande de punto banco. El camarero empalagoso. Señor por aquí, señor por allá, que desea el señor.

Y el conocido y casi amigo jefe de mesa, rechoncho y con bigote estilo groucho Marx. No es el jefe de mesa más popular. Sabe detectar cuando hay un fallo de pago u otros a favor del jugador. Sin embargo es ciego a los errores a favor del casino.

Alguna vez oí que los diarios los carga el diablo. 

Esto quiere decir que en teoría, un diario es personal y si acaso alguien más lo lee es cuando el autor pasa a mejor vida. 

Es cuasi imposible contar en un diario todo lo que el autor quiere transmitir si cree que tarde o temprano alguien lo va a leer o tiene intenciones de compartirlo.

Pero siendo fiel a la definición diario, hay que contar. Soltar lastre como dijo una autora famosa. Abrir escotilla para que entre aire fresco en el alma. Ésto último también lo escribió mi autora preferida: Virginia Woolf.

El conocimiento del azar, mirado desde el punto de vista de un jugador entrenado distaba de lo que yo aprendí en la universidad de Sevilla. 

En principio, no entraba en mis cálculos. No sabía que el azar podía distraer ganancias o dármelas. Fue todo ver la máquina en todo su esplendor de la bola luchando con los azares (los rombos metálicos) y aterrizar en una casilla roja o negra entre ruidosos repiqueteos, y no lograba ver el papel del azar. Yo pensaba que podía ser rojo o negro el resultado. No había más dificultad.

De las películas, aprendí que al casino se va en chaqueta y corbata. Si voy a la sala vestido de calle seguro que no me dejan entrar, era mi idea. La decepción fue grande al tener paso franco. Todo el mundo vestido de calle y hasta con vaqueros y camiseta.

Hubo una excepción. Años más tarde, cuando ya compadreaba con el azar, conocí en persona al famoso Manolo Escobar elegantemente vestido.
Aguardaba su turno en una mesa con unas fichas en la mano. Le rodó una al suelo y yo fui a buscarla. Al dársela me dio las gracias y me preguntó que como era posible acertar a la dichosa ruleta. No comprendí en ese momento que su pregunta era retórica. Es decir, que no requería respuesta. Era como una frase muletilla para decir hola y adiós. Me dejó en el principio de mi explicación, y se puso a colocar sus fichas en el tapete. Estaba claro que no le importaba saber como ganar. 

La mayoría de jugadores disfrutan el momento y la adrenalina y se van tan panchos hayan ganado o perdido. Darme cuenta de esa verdad me sigue dando que pensar hasta el día de hoy.

Al reflexionar sobre eso en mis principios, enseguida me puse del lado contrario. No quería disfrutar del juego. No quería adrenalina.

Solo hace un mes que entré por primera vez a la gran sala y ya no quepo en mi mismo. Han salido dos rojos y me propongo apostar una ficha de 5 euros al negro. 

Ya tengo targeta de entrada a la sala. Ese día descubrí que las daban gratis por un año a quien cumpliera años. Y yo cumplía según la azafata en la mesa de recepción. No me lo podía creer y me senté en un cómodo sofá del hall para recuperar la compostura y preparar mi gestión de chances. 

En realidad, entonces no sabia que a rojo-negro se le llama chances. Y que había otras dos más. Pero mi atención se había fijado fuertemente en ese juego del tapete. 

No tenía una estrategia. La estrategia era jugar solo a chances. Y dependiendo de lo que viera, apostar en la próxima bola. Juntar tres fichas ganadas en mi mano era un gran premio. No comprendia que los demás jugadores no le dieran importancia e incluso lloriquearan al ganar eso solo.

Pongo al negro y la bola no tarda en correr por el carril rumbo a X. Pienso que ya salieron dos rojos. No es que no pueda salir otro rojo. Ya lo he visto muchas veces. Pero también vi que había más figuras de dos colores que de tres o más. Eso era parte de mi entrenamiento: fijarme en todo lo que hacían los colores.

Conocía pocos conceptos relativos al juego y fue poco a poco que fui descubriendo los entresijos del azar. Después vendrían tiempos de foros y beber de las fuentes de los conocedores. Dándome cuenta que lo que yo ya sabía eran conceptos antiguos descubiertos por más gente. No hay que ser muy sabio para ir descubriendo reglas del azar. Solo hay que poner interés y estudiar las permanencias.

El croupier cantó el número aparecido mientras yo estaba distraído pidiendo un cafe al camarero: 

2. Negro y falta. 

Mi criterio acertó. Y en bolas sucesivas hubo más aciertos jugando a completar figuras de dos colores. Finalmente, los aciertos superaron a los fallos y salí con 10 fichas. Recuerdo que no pude superar el +10. Se sucedieron aciertos y fallos por igual. Lo que ahora llamaríamos flotar, y decidí cerrar la sesión conformándome con el +10.

Recuerdo bien que no era fácil salir de la sala ganando. La tentación era cambiar de mesa o seguir intentando arañar más fichas. Pero me iba bien cuando aceptaba el saldo ganado. En realidad no porque no se pudiera ganar mas, sino, porque el cansancio y la constante atención provocan errores. 

El juego a color no era lo único que hacía. A veces jugaba en pruebas con ficha mínima juntando color y mayor/menor a la vez. También tuve la costumbre de jugar a dos docenas con una sola ficha. Con ello conseguía abarcar 24 números con dos medias fichas. Esto se puede hacer poniendo la ficha a caballo entre la docena 1 y 2 ó 2 y 3. No se puede hacer con docena 1 y 3 a menos que se emplee una ficha para cada docena. La utilidad de ese movimiento es conseguir jugar la mitad del máximo de mesa en cada docena. Así se evita exponer dos fichas para dos docenas si en ese momento se quiere hacer un juego conservador. 

Pero, cuando se comienza a jugar a la ruleta como neófito, se quiere probar todos los juegos que se piensan para ver cual es el más rentable. Por eso, los cambios de criterios y estrategias eran habituales. A veces volviendo a lo anterior como lo menos malo después de probar algo que no funcionaba. Eran tiempos de frenética búsqueda del sistema perfecto. El sistema que por excelencia te hiciera ganar sin grandes esfuerzos y sin cajas descomunales. 

Y llego el momento en que hubo un cambio de paradigma. Un cambio que el jugador neófito nunca hubiera imaginado.

La ruleta y su entorno engaña al jugador por muy sagaz que sea. 

Puede que el tiempo y la experiencia pueda revertir esa ventaja que tiene el azar en connivencia con la ruleta y el ambiente que la rodea.

El jugador puede sentirse engañosamente empoderado al ganar unas fichas. Incluso cuando esas ganancias no compensan lo perdido en esa sesión y puede que tampoco las pérdidas de sesiones pasadas.

Las emociones del juego pueden variar enormemente dependiendo de una ficha ganada o una ficha perdida.

Ese proceder tiene que ser desaprendido pronto si el jugador quiere hacer un juego en el que se gestionen los aciertos y los fallos como si de un negocio se tratara.

Solo así se puede progresar con el tiempo hacia un juego le lleve al éxito.

Cat decía que el juego tiene que aburrir, ganando, flotando o perdiendo. Desaprender lo que se enquistó en el tiempo de neófito no es fácil. No se remedia con ningún juego sino con aprendizaje duro de paciencia y conocimiento claro de los conceptos implicados en nuestras estrategias. Y como suelo decir: el jugador eficiente tiene que ser un santo Job.

Mas arriba utilicé la frase 'un cambio de paradigma'

La palabra paradigma puede significar "Patrón, manera de hacer algo, especialmente un patrón de pensamiento, sistema de creencias, o marco conceptual" según el diccionario.

El patron de pensamiento del aprendiz (neófito) tiene que cambiar más temprano que tarde. Y su sistema de creencias de las formas de juego tienen que evolucionar sí o sí. El marco conceptual pasa a un nivel superior. Y toda esa evolución por fuerza tiene un juego superior. Si ese no es el caso, entonces significa que nos hemos quedado anclados en la papilla. El alimento para bebes.

Pero, una cosa es saberlo y otra aplicarlo. En mi caso hubo retrocesos a niveles anteriores continuos hasta que llegaron los foros de ruleta donde pude exponer mis puntos de vista y beber del de los más avanzados. 

No es un proceso rápido. Puede durar años tener una estrategia propia adaptada a uno mismo. Cada jugador tiene su personalidad e idiosincrasia. Las tesis y enseñanzas de los que llevan la delantera hay que adaptarlas a nuestra forma de hacer. Los conceptos de juego son los mismos, pero la gestión es personal.

Lo que pasa con los foros de cualquier campo de conocimientos y aprendizaje, es que hay tanto que aprender que nos ahogamos en tanta agua. Quiero decir, que es mucha la tentación por probar todo lo que nos gusta y suele ser mucho. 

Decidir si practicar con juego real o en JF. El ideal es el juego real con la caja que tengamos preparada. Las desiciones en ambos casos no son las mismas por el factor riesgo. Por lo que muchas veces, el juego real se retrasa mucho. Nunca estamos bien preparados para una inmersion completa en el juego con lo que ya sabemos. Podemos jugar esporádicamente, pero eso no cuenta. Sí cuenta en acumular experiencia, pero no en cumplir el sueño de dedicarse al juego. Finalmente, ese sueño se va postergando en muchos casos por diversas razones. 

Pueden haber muchos jugadores bien preparados que no juegan. Y esto es muy razonable. 

Pero me estoy adelantando. Entre el neófito y el jugador preparado hay muchos matices interesantes.

El jugador principiante puede y suele ganar con cualquier cosa. Pareciera que lo importante no es el criterio sino el saber estar, no tener prisas, entrar y salir del juego, a veces por precaución y otras por  inseguridad.

Hacer JF (juego ficticio) suele ser sano y muchas veces el jugador principiante no es consciente de que está aplicando un concepto potente.

Ese fue mi caso. Sesiones seguidas ganadas y comentarios de los jugadores habituales: "es la suerte del principiante". Pero no existe ese concepto de suerte del principiante. Solo que el neófito es más prudente que el jugador habitual. No sabe tanto del juego ni se cree saber. El jugador habitual puede juntar conceptos conocidos con percepciones falsas o torcidas de que la próxima jugada la ganará seguro. La probabilidad subjetiva puede darle un panorama exagerado de exito. Por lo tanto ariesga más en ciertas circunstancias que el jugador principiante, carente todavía de esos poderes.

En mi caso, yo creía al ganar que era el criterio usado el que estaba lleno de bondades. Craso error.

Craso error pero no con un valor absoluto del concepto. Porque lo que perseguimos es que el criterio mande sobre otros parámetros. Pero el error está en que esos otros parámetros no se tengan en cuenta.

El día que comencé a emular los 'poderes falsos' de los seudos adelantados, todo comenzó a fallar. No comprendía por qué cuando mas sabía de ruleta menos acertaba. Volvió a irme bien o casi bien cuando hice una regresión a los conceptos sencillos y a salir del juego de vez en cuando. Es decir, me hice otra vez neófito pero a la fuerza.

Le dije al camarero una vez que no me trajera el café a la mesa de juego. "Gracias pero cesito un descanso y lo tomaré en el bar" le conteste a su insistencia en servirme en la mesa. Yo sabía que en el bar tenía que pagar y no me importaba. En la mesa me invitaba la casa. Incluso entonces como neófito, me daba cuenta del interés de la casa en que siguiera pegado a la maquina.

Ese día recuerdo que tomé bebida y comida sentado en una mesa del bar cerca de una ruleta. En realidad jugaba a jugar. No era una cosa seria. Estaba tranquilo y sin prisas. Y en cierto momento, con dos apuestas que hice observando de lejos me salió gratis la consumición. El criterio que seguí puede que no fuera el de un Manrique o un Cat que yo aún no conocía, pero algo vi en la sucesión de números ocurridos que me hizo apostar a un cierto evento.

Podría contar mucha anécdotas parecidas, pero no sirvieron con el tiempo para armar una estrategia buena y definitiva. Con observación y paciencia no perdia. Yo lo achacaba a la experiencia. Pero ¿como se va a ganar con un juego tan dispar en criterios? algo se me escapaba entonces.

No obstante, en casa gastaba muchas horas en estudiar las permanencias que conseguía. Lo que buscaba era algunas claves que fueran como una llave maestra para siempre. Un sueño dorado. No tenia ninguna información de otros jugadores en foros que perturbaran mi sueño con sus opiniones de dudas o verdades matemáticas que no permitieran lo que yo buscaba. Porque todavía no existian los foros.

Despues de muchas sesiones llega un momento en el que el jugador ha adquirido tablas en el juego y va conociendo los entresijos el azar, o al menos eso cree. Cuando entra en la sala y observa con atención distintas permanencias de las mesas y las analiza llega a conclusiones acertadas: si sale esto se verá en algún momento aquello otro. Y no esta equivocado. No es ninguna fiebre de jugador loco. Solo que la frase "se verá en algun momento esto otro" esconde esa prerogativa que tiene el azar respecto al momento en que hace lo que sabemos que tiene que hacer. Conocemos lo que pasará pero no el tiempo exacto. Ya sé que hoy nos acercamos mucho con distintas maniobras para paliar ese desconocimiento en alguna medida. Pero entonces, había que hacer encaje de bolillos y no contaba con métodos eficaces para detectar los momentos del azar.

Y, no me gusta el término empoderado. Lo apliqué más arriba a los jugadores que se creen que ya lo saben todo y pierden. Más bien yo me sentía un jugador con seguridad al entrar en la sala, como otros. Sabia lo que buscaba, como otros. Conocia cuando atacar y cuando frenar, como otros. Y aplicaba los conceptos aprendidos no como otros, sino como yo mismo. Quería encontrar mi propio modo de ganarle a la ruleta en alguna medida.

No digo que mi juego fuera superior al de otros. Solo sé que era distinto. Sabía como jugaban los demás. Al menos los métodos de los jugadores más asiduos porque todo se comenta. Y hubo momentos en que yo hacia el juego de alguien como prueba. Y nunca dio resultado.

Probablemente, el único juego que hice con un jugador asiduo a sabiendas de ambos fue el siguiente: la propuesta la hizo un señor que solía jugar a chances como yo pero haciendo parolis alargados de distintos escalones. Y lo que me propuso lo acepté por lo insolito. Porque tenía ventajas para ambos y porque fue como un experimento.

Ese día quedamos en que cuando nuestras fichas a color estuvieran enfrentadas, una en negro y otra en rojo, las quitaríamos del tapete y haríamos la jugada como un casino sin 2.7 es decir, sin pago injusto y sin banca. El que acertara el color se quedaría con las dos fichas en juego. Y si salía el 0 cada cual se quedaba con su apuesta.

Solo fue un experimento de un día. No se repitió más y fue interesante jugar sin banca. No obstante, por algun motivo, los jugadores somos lobos solitarios por definición. Puede que eso reste eficacia en la lucha contra el azar, pero es lo que hay.

En algunos momentos de las muchas sesiones. A veces sesiones maratonianas aunque sin jugar todas las bolas. Salían a relucir temas entre los jugadores habituales.

Los había callados como queriendo esconder un juego hermético. Otros, muy locuaces. Tanto, que a veces, si eras atento a sus interminables opiniones sobre el juego, te hacían perder alguna jugada. Yo no daba importancia a esos fallos pues a cambio, podía aprender algunas cosas interesantes. Al principio de mis sesiones era como una esponja. Estaba atento a cualquier opinión. Luego, en mis pruebas vería yo lo que tenía que desechar de lo oído.

Los había defensores del juego a plenos. Que si hay que tener paciencia. Que si este concepto por aquí. Aquel por allá etc. Otros preferían un juego a chances. Ese era mi favorito y estaba atento a sus preroratas para no perderme algun concepto interesante en sus comentarios.

Los más atrevidos jugaban a chances con martingala. Se les veía ganar y felices. Todo, hasta que venía la serie que se llevaba todas sus ganancias. Nunca me interesó la martingala en ninguna de sus variantes por la cantidad de fichas que come para aguantar las series de más de 4 colores. Mi caja no podía soportar ese juego.

Los defensores de la martingala reconocen que es el juego perfecto por excelencia pero que quedó truncado para el jugador el día que la banca instauró el tope de mesa para defenderse. No quedaba otra que buscar otras fórmulas de juego.

Más pronto que tarde, me di cuenta que poco importaba el criterio a seguir. Con paciencia y dominio de los impulsos, enseguida tenía en la mano unas fichas ganadas. Eso en realidad, en vez de alegrarme me hacia dudar de todo. No puede ser que se le pueda ganar a la ruleta con cualquier cosa. El juego con paciencia y dominio del yo es muy agotador. Tenía que haber otra forma más sencilla de ganar. Como un juego desinhibido. Alguna fórmula mecánica y con un criterio basado en algún sesgo del azar.

Y recuerdo especialmente un tramo de mi búsqueda donde descubrí el concepto no hay sistema.

"No hay sistema", en mi sé transformó en "no encuentro sistema ganador" y por decirlo de algún modo fui Manrique 2 sin conocer la existencia del original.

Esto fue más o menos desde el 2003 al 2007, dediqué miles de horas a buscar algo comestible en las permanencias, ya fueran mías u otras. Digo más, hubo un tiempo en que fabricaba permanencias artificialmente y eran idênticas a las verdaderas.

De ahí viene la frase que me regaló un conocido y que he comentado en varios post "Álvaro, si no dejas de hacer números te quedarás tonto".

Podría decir que de eso me viene ser despistado en algunas cosas pero no, ya lo era antes de ir al casino.

Durante varios años hubo una búsqueda frenética de algún patrón o sesgo en la permanencias y nada de nada. Fueron cientos las formas de atacar o visualizar una permanencia y muchas veces que me senti ilusionado porque durante 1000 ò 2000 bolas había una tendencia de algo. Inesperadamente venían varios cientos de bolas con una caída importante de esa tendencia.

Después de eso, me sentí tan desilusionado que comencé a pensar "no Hay sistema" y comencé a jugar sin sistemas. A eso que encuentro el foro de paris (joker) y está lleno de sistemas y gente que cree en ellos, pero también oigo unas palabras dulces como la miel porque alguien está diciendo lo mismo que yo: "no hay sistema".

A estas alturas ya sé que no es el sistema el que falla, sino que hay que saberlo aplicar y dosificar y que quién finalmente manda no es el sistema de turno, sino el que lo aplica.

Yo me pregunto si mi juego sin sistemas es realmente otro sistema, pudiera ser, pero lo de no hay sistema me suena bien. Seguramente estoy sesgado con mi experiencia de búsqueda infructuosa de miles de horas...o, es que me quedé realmente tonto.