2 amigos entran a un casino

Amigo 1: !Por fin puedo ir al casino! , después de laburar toda la semana. 
Voy a poner en práctica los "trucos" de los conceptuales y al menos estará sellado el empate pero no la derrota.

Amigo 2: Parece que no conoces el azar, ¿Cómo puedes estar tan seguro de que no vas a perder si nunca se puede escapar de la dispersión?

Amigo 1: Es que tu no conoces la técnica de financiamiento. Mi idea es financiar un pleno con posturas más abarcativas. De esa forma generaré un desfase entre mi tasa de acierto y la cobertura.

Amigo 2: Manrique te diría... Haga 1000 más. Malas noticias para ti. Tampoco puedes esquivar la dispersión de las propias posturas. Por lo tanto esa postura que dices que "financiará" a otra de mayor riesgo en algún momento también se dispersará y tendrás que "financiarla" con otra postura y así poco a poco caerás en un pozo donde solo la suerte te podrá sacar. Dime, ¿Cuál es la diferencia de jugar directamente a un pleno en vez de "financiarlo"? Si de todas maneras te vas a encontrar con los mismos atrasos que te marca la estadística. 

Amigo 1: No conozco a ese Manrique al que nombras. Mira, te lo podría explicar en otro momento, ya quiero empezar a jugar, porque para estos tipos de juego se necesita tiempo y mucho. Más bien vine con ficha pesada.

Amigo 2: Bueno, te deseo suerte y mucha. Porque si juegas así, la vas a necesitar...

Mi amigo y yo apenas entrar nos dirijamos a la primera mesa de ruleta. Había tan solo  una persona más jugando. Una mujer de unos 35 años vestida de negro siguiendo un sistema a columnas. Sus fichas eran 10 veces de menor valor que las de él. La bola cae en el 16 rojo, perteneciente a la columna, que no tenía cubierta. Ya no me distraje más y me dispuse a ver que clase de magia iba a presenciar...

Pinta  interesante.

La noche se convirtió en madrugada. No sé cuántas veces miré la hora. La adrenalina era casi nula y si no me equivoco mi amigo apenas estaba perdiendo algunas fichas. Debo reconocer que para la cantidad de bolas que se jugaron, por el impuesto de la banca debería estar perdiendo más, ni hablar del jugador promedio. No entendía muy bien los movimientos que hacía, y si me hubiera tomado un shot de Vodka por cada vez que decía la palabra: ¡Dinámica! Le hubiera vomitado encima.

Amigo 1: Ahora que se estabilizó se viene la corrección.

Amigo 2: ¿Corrección de qué? Le dije, mientras veía como acomodaba sus fichas.

Crupier: ¡No va más!

Yo veía que no apostaba más de tres fichas en distintas posturas, fichas pesadas como le decía, un par de plenos y una seisena. Al contrario de mi amigo, la chica que insistía con las columnas se la veía ansiosa y si lo único que se pudiera escuchar en ese momento fueran los latidos de su corazón serían igual a los de alguien que trata de escapar todas las mañanas de Melón, el pitbull del vecino que siempre está suelto.

Sale el 26 negro, uno de los plenos que tenía cubierto. Mi amigo inmutable, no expresa ninguna emoción, como si supiera que eso iba a pasar. Por otro lado, la chica profiere una maldición, (la pronuncia mal), de esas elegantes que solo alguien de edad semejante podría entender. Con disimulo se huele la axila izquierda, señal de sudoración que provocan los nervios e incluso el miedo.   


Amigo 1: Tomá estas fichas y guardalas.

Amigo 2: La regla dorada de Manrique.


Amigo 1: ¿La regla de qué?

Amigo 2: ¿Cuánto tiempo más vamos a quedarnos?

Amigo 1: Un acierto más y nos vamos. Esta sesión se alargó un poco, pero valdrá la inversión de tiempo.  


De nuevo mi amigo, con total confianza y naturalidad, pone sus fichas en casi las mismas posturas, pero más concentrado y de paso agrega masa. Por otro lado, la chica, que parece estar jugándose sus últimas fichas, vuelve a apostar a las mismas columnas.

Amigo 1: Disculpe señorita, si me permite el consejo, no vaya en contra de la tendencia.

Me sorprendí al saber que él también estaba atento a su juego, sin duda era un consejo útil, al menos para ese momento, la segunda columna había aparecido por quinta vez consecutiva. La chica no le respondió, mucho menos lo miró, se notaba cierta resignación de alguien que sabe que ya perdió sin importar lo que haga. Me acordé del P.P. de Manrique, la parte que habla sobre el alivio de dejar de sufrir al perder toda la caja.

Crupier: ¡No va más!

Noté que mi amigo tenía una sonrisa en su cara, como la de alguien que ya había ganado pase lo que pase. Salvo que sea producto de todos los whiskys que se tomó.  


Repite el mismo pleno.

Amigo 1: Listo. Nos vamos.

Cobró, y me dio todas sus fichas para que se las guardara mientras se dirigía al baño. La chica se marchó apenas cayó la bola. Lástima. Tenía lindas piernas.  


Me puse a contar cuántas fichas había ganado ese perro. Eran las suficientes como para no jugar durante algún tiempo. Le afané un par antes que regresara. Igual no le molestaría.

Ya afuera del templo, fuimos a una discreta cafetería a comer algo y de paso charlar sobre lo acontecido.

Amigo 1: ¿Qué te pareció?

Amigo 2: Aburrido y largo.

Amigo 1: Me refiero a la chica que jugaba a columnas. Vi cómo le mirabas las piernas todo el tiempo.

No pude evitar sonrojarme.

Amigo 2: Me dio lástima. Y si, que hermosas piernas.

Amigo 1: ¡Por supuesto que es aburrido!, para ganar debes matar toda adrenalina. Pero en cuanto a la forma de juego, el concepto. ¿Viste como los aciertos se agruparon compensando los fallos con creces?

Amigo 2: La adrenalina alarga la vida. Pero ya en serio. 
Es verdad que los aciertos se agrupan, pero no sabemos cuándo ni en qué medida. Es más, te puedo asegurar que si fueras un jugador con recorrido de bolas ya te habrías topado con dispersiones más largas que esperanza de pobre, como decía Julio.

Amigo 1: Si bien al final todas las posturas salen en su media o menos, también hay momentos en que las agrupaciones llegan. Tienes que verlo desde el aprovechamiento de desvíos.

Amigo 2: Si, entiendo que si los aciertos se agrupan lo suficiente puedes entrar en la zona de gloria como decía el maestro, sin embargo, no sabes si ese desvío o como yo le llamo, dispersión a favor, va a durar lo suficiente, ya que cada ataque que haces entendiéndolo como asumir más riesgo deberá ser financiado. En algún momento no te va a alcanzar a menos que subas el valor de la unidad, pero de igual forma no tienes garantía de que no te toque otra dispersión similar, quizás no, pero si te toca… 

Al final de una u otra manera estás dependiendo de la suerte. La suerte que logres sincronizar con ese racimo de aciertos que se produzca en pocas bolas, mientras tu caja este saludable. Mientras tanto puedes estar muchas madrugadas en déficit, y al final me pregunto si valdrá la pena tirar la vida por unas monedas.

Amigo 2: ¿Te parece que son monedas lo que acabo de ganar?

Amigo 1: No entendiste lo que quise decir. Hablo sobre rentabilidad. Ahora lo fue, porque sincronizaste con lo que se supone debería pasar y pasó, pero cuando no pasa es ahí donde saltan las dudas. Puedes tener una paciencia de monje tibetano, pero mientras tanto la cantidad de bolas que vas a necesitar para compensar no valdrá todo el tiempo que tiraste.

Amigo 2: En algo llevas razón. Pero solo viste una parte. Existen técnicas para estar lo más cerca del equilibrio.

Amigo 1: Esa maldita palabra me persigue.  No sé cuál odio más, si esa o “llave”. Bueno. Ya me tengo que ir, es tarde. Ya me contarás de tus artes en otra visita al templo.

Amigo 2: En la próxima sesión, verás el arte del juego colectivo. Ah! Y por favor, a ver si me enviás información de ese maestro al que llamas Manrique.

Amigo 1: Lo haré. Y gracias por las fichas.

Sabía que iba a pasar un largo tiempo hasta que nos volviéramos a encontrar. Solo que esta vez el que le iba a enseñar sus artes iba a ser yo.

Para mí, un diez en todo. 

Pero especialmente, un diez en narrativa.

Valió la pena esperar.